Anualmente, la Policía norteamericana le quita la vida a mil negros y hiere a otros 50.000. Solo en 2017, 987 personas de piel oscura fueron asesinadas a balazos por quienes, en teoría, protegen y velan por el bienestar de la ciudadanía. De la ciudadanía blanca, al parecer.
Estas cifras fueron publicadas en el informe “Violencia policial contra afrodescendientes en Estados Unidos”, desarrollado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Otro dato publicado por la Universidad Rutgers de Nueva Jersey, reveló que los ciudadanos negros tienen 2,5 más posibilidades de morir a manos de la Policía.
Dos casos que ejemplifican la brutalidad policial
El 25 de mayo de 2020, George Floyd, un ciudadano negro, rogó por su vida mientras un policía le apoyaba la rodilla sobre su cuello, al creerlo culpable de haber intentado pagar en una tienda con un billete falso. Nueve minutos duró el hombre con vida hasta que su cuello no aguantó más el peso del agente. Ante lo sucedido, miles de personas salieron a marchar contra el racismo en diferentes ciudades de Estados Unidos. Los responsables fueron despedidos de sus cargos, lo cual, obviamente, no devolverá la vida de Floyd.
Casos de este calibre abundan, como lo confirman las estadísticas. Hace un poco más de 5 años, otro policía llamado Michael Slager, detuvo a un vehículo en la ciudad de North Charleston, pues llevaba una luz rota. El conductor era un ciudadano negro de nombre Walter Scott. Los videos publicados muestran cuando el agente le pide los documentos y regresa a la patrulla. En ese momento, Scott sale de su auto y corre. El policía le dispara varias veces por la espalda, impactándolo tres veces y causándole la muerte.
Estos y otros sucesos similares han estado sucedidos por multitudinarias protestas en contra del racismo y la brutalidad policial contra los negros. Queda la pequeña satisfacción de que la sociedad se manifiesta en masa en búsqueda de medidas que permitan que acontecimientos como estos no se repitan nunca más en ningún país del mundo.